Resulta que hace unos meses me apunté a un proyecto conocido como La cámara con alas. Qué nombre tan bonito ¿verdad? Pues este es el título de un proyecto que consiste en que un día, uno cualquiera y por semi-sorpresa (porque te avisan sólo unos días antes), te va a llegar por correo un paquete que ya habrá dado muchísimas vueltas y recorrido muchísimos kilómetros, con una de sus preciosas camaritas dentro.
En estos momentos ya colabora con ellos bastante gente y puedes apuntarte para que te llegue una Sprocket, una Lubitel, una Polaroid Land 250, una Zorki.4, una Instax Wide o una Canon T50 y, obviamente, es complicadísimo elegir una sola cámara. Pero bueno, tú eliges la que más te guste y la pruebas, que es un experimento muy útil para saber si te valdrá la pena la compra o no.
Y nada, yo me decidí por la famosa Sprocket viajera -cedida por Caprile, la tienda lomo de Madrid- porque me encanta su formato panorámico y, sobre todo, por lo curioso que me resulta que se exponga la película entera, dentado incluido.
Si no conoces mi trabajo, que sepas que tengo un proyecto formado por negativos montados de tal manera que forman imágenes, y lo del dentado me parece interesante de cara a hacer cosillas así ↓

Y, por fin, hace unas semanas me llegó el esperado paquete. Llegó hecho un asco, todo hay que decirlo, porque ya lleva cientos de km recorridos y sabemos que en este país los de Correos no es que sean muy delicados precisamente. Pero el interior, que es lo importante, llegó (casi) estupendamente. Veréis en el vídeo como la caja está un pelín perjudicada, pero no es nada grave, calma!
La verdad es que recibí el paquete con una ilusión como pocas veces, parecía una niña pequeña el día de Reyes. Y es que después de meses esperando y sabiendo que tenía sólo una semana para trastear con la cámara -antes de volver a meterla en una caja de cartón y enviarla a su nuevo destino- sentía que quería hacer millones de fotografías y que no me iba a dar tiempo. Y en algo tenía razón: una semana no es suficiente.

Parte del único carrete que hice lo disparé como complemento personal de un proyecto que estaba haciendo con película Polaroid. Porque sí, porque me apetecía tener algún soporte extra para que no fueran todo copias únicas. Y el resto del carrete lo disparé sin mucho pensar, porque me pudo el ansia y olvidé todas las fotos que me había imaginado mientras esperaba la cámara. Y porque me encanta hacer fotografías mientras conduzco, mientras ando, mientras voy en metro, mientras avanzo (de aquí podría sacar otro proyecto, ojo).

Mi conclusión es que sí, lo disfruté. Me gustó la experiencia con la cámara, la misma que con el resto de las cámaras lomográficas. Y me gustaron los resultados. Bueno, los que sí que salieron, porque la mitad del carrete salió negro, como si no hubiera sido expuesto. ¿Falta de luz? Seguramente, aunque usé un carrete de 800 ISO y, salvo alguna ocasión puntual, no estaba excesivamente a oscuras ¿Tal vez esa cámara lleva mucho trote ya? Claramente tengo que volver a apuntarme y ¡seguir trasteando! Ha sido divertido y en cuanto sepa cómo solucionar lo que le ha ocurrido a mi carrete, yo creo que valdrá la pena.


